martes, 16 de octubre de 2012

El comunismo y el Concilio Vaticano II

Visto en los comentarios del blog "infocaotica" comentarios del bloger "Miles Dei"

Ricardo de la Cierva en su libro "Oscura rebelión en la Iglesia"

La revelación del pacto de Metz

No era un secreto pero ha funcionado como un secreto; hoy, en plena década de los ochenta, no hay una probabilidad contra mil de que un solo experto católico recuerde el hecho, y la precaria información que sobre él se dio, envuelta en las convulsiones informativas conciliares. (El experto historiador jesuíta Floridi oyó campanas, pero en su importante libro citado de 1986 no llega a detectar el pacto.) El hecho, desnudamente, es éste: en agosto de 1962, y en la ciudad francesa de Metz, se concluyó un pacto formal entre la Santa Sede, representada por el cardenal Tisserant —por encargo del Papa Juan XXIII— y el patriarca ortodoxo de Moscú, que como hemos visto no era ni es más que un satélite del Partido Comunista de la Unión Soviética, por el que el Patriarcado aceptaría una invitación papal de enviar observadores al Concilio Vaticano II y el Papa se comprometería a que el Concilio no formulase condenación alguna contra el comunismo. Las pruebas se detallan en un libro sorprendente, discutible pero profundo y sugestivo, escrito desde una perspectiva de catolicismo tradicional, pero enteramente fiel a la Iglesia: su autor es Romano Amerio, un italiano experto en historia eclesiástica, su título Iota Unum, editado en 1986 por «Ricciardi» en Milán. El problema que nos ocupa se expone, con las pruebas objetivas y plenamente convincentes, en la página 66 y siguientes.

Monseñor Schitt, obispo de Metz, reveló el pacto en una conferencia de prensa celebrada poco después, y comunicada en Le Lorrain el 9 de febrero de 1963. El acuerdo fue descrito en Franee nouvelle, boletín central del Partido Comunista de Francia, número 16 de 22 de enero de 1963, en estos términos: «Como el sistema socialista mundial manifiesta de forma incontestable su superioridad, y es aprobado por cientos y cientos de millones de hombres, la Iglesia no puede ya contentarse con el anticomunismo grosero. Ella misma ha asumido el compromiso, con ocasión de su diálogo con la Iglesia ortodoxa rusa, de que en el Concilio no habrá un ataque directo contra el régimen comunista.» El diario católico Le Croix, del 15 de febrero de 1963, decía tras la noticia: «Tras este encuentro, monseñor Nicodemo acepta que alguien fuera a Moscú para llevar una invitación, a condición de que se dieran garantías sobre la actitud apolítica del Concilio.» 

Amerio cree que estas noticias no incidieron sobre la opinión por el entreguismo de muchos católicos frente al comunismo en aquella época y por el freno informativo que decidió el Vaticano. Recientemente monseñor George Roche, que fue durante treinta años secretario del cardenal Tisserant, ha confirmado el pacto de Metz en una impresionante carta publicada en la revista Itinéraires número 285, p. 153. Roche afirma que la iniciativa del acuerdo vino personalmente de Juan XXIII por sugerencia del cardenal Montini y que Tisserant, decano del Sacro Colegio, recibió órdenes formales tanto para firmar el acuerdo como para vigilar durante el Concilio su exacto cumplimiento. Las órdenes se cumplieron. En las actas del Concilio figuran las palabras capitalismo, totalitarismo, colonialismo, pero no aparece el término comunismo. H. Fesquet, el famoso corresponsal de Le Monde en el Concilio afirma (Le Monde, 16 de noviembre de 1965, nota incluida en su Diario del Concilio, Barcelona, 1967, p. 1182) que en tres ocasiones la comisión competente se ha negado a que el esquema mencione explícitamente al comunismo. ¿Por qué? Porque así corresponde a unas posiciones tomadas muy claramente por Juan XXIII y Pablo VI. Y el día 26 de noviembre (Diario, p. 1214 y ss.) completa la información: «Pese a todos los esfuerzos de la minoría, el Vaticano II se ha negado a condenar nuevamente al comunismo.» El 4 de diciembre (Diario, página 1230) remataba: «Con respecto al pasaje sobre el ateísmo, del cual 'ya habíamos hablado largamente, monseñor Garrone ha hecho las tres precisiones siguientes que son muy importantes:
»1. Eran 209 los modi que pedían una condenación formal y expresa del comunismo.
»2. La petición escrita que sobre el mismo tema se había remitido anteriormente, iba firmada por 332 padres. (Se recordará que la cifra indicada por los que habían tomado la iniciativa de esta gestión era de 450.)
»3. Debido a un contratiempo involuntario, esta petición, que había sido entregada a su debido tiempo, no fue sometida a examen de los miembros de la comisión.»

De esta manera que insinúa en la Iglesia del siglo xx algunos métodos borgianos se dio carpetazo a un asunto que, desde nuestra perspectiva, constituye uno de los puntos más negros en el siglo xx. Lo digo con tanto dolor como respeto y convicción.

Pero lo mejor de Ricardo de la Cierva está en esto, donde pocos llegan y que muestra cual era la intención de hacer un chantaje a la Santa Sede, porque luego se acabó comprobando al abrirse los archivos de la antigua Unión Soviética que el prelado ortodoxo del Pacto trabajaba a sueldo del Kremlin. Así sigue Ricardo de la Cierva:

"Las consecuencias funestas del pacto de Metz

Para la estategia soviética era una pieza clave en los años sesenta el montaje del movimiento PAX, que lograron durante el Concilio en combinación
con la red cristiano-marxista IDO-C pronto extendida a todo
el mundo católico, como expusimos detalladamente en nuestro primer
libro. Pero el montaje del sistema PAX-IDO-C no hubiera sido posible
con la envergadura que adquirió inmediatamente si el Concilio hubiese mantenido la tradicional condena de la Iglesia contra el comunismo."

(Y sigue durante casi dos páginas con testimonios de las consecuencias.)

Fuente:

http://info-caotica.blogspot.com/2012/10/el-pacto-de-metz-visto-por-dos.html