JUEVES DE LA TERCERA SEMANA DE CUARESMA
EVANGELIO
Continuación del santo Evangelio según S. Lucas.
En aquel tiempo, saliendo Jesús de la sinagoga, entró en la casa de Simón. Y la suegra de Simón estaba con grandes calenturas: y le rogaron por ella. E, inclinándose sobre ella, imperó a la fiebre: y la dejó. Y a continuación, levantándose les sirvió. Y, cuando se puso el sol, todos los que tenían enfermos de varias dolencias, los llevaron a Él. Y de muchos salían los demonios, clamando y diciendo: Tu eres el Hijo de Dios. E, increpándoles, no les dejaba hablar, porque sabían que El era el Cristo. Y, hecho ya de día, se fué al desierto, y las turbas le buscaron, y fueron hasta El: y le retenían, para que no se apartase de ellos. A las cuales dijo Él: También me conviene evangelizar el reino de Dios a otras ciudades, pues para eso he sido enviado. E iba predicando por las sinagogas de Galilea.
EL MÉDICO DE LAS ALMAS.- Admiremos la misericordia del Salvador que se digna emplear su poder en curar los cuerpos y sepamos que aun es mucho más solícito en curar las enfermedades del alma. Estamos dominados por la fiebre de las pasiones; él sólo puede calmarla. Imitemos por nuestra parte el celo de los habitantes de Galilea que ponen sus enfermos a los pies de Jesús; pidámosle que nos cure también a nosotros. Vemos qué afablemente recibe a todos estos desgraciados, salgamos a su encuentro. Instémosle que no se aleje y se quede para siempre con nosotros y se dignará quedarse. Oremos por los pecadores; pasan los días de ayuno, ya entramos en la segunda mitad de Cuaresma y la Pascua de nuestra redención se acerca. Ved estas multitudes que no se conmueven, a estas almas cerradas a la luz que son impenetrables, estos corazones endurecidos, que nada les emociona, tantos cristianos que van a amontonar una desgracia más a su eterna reprobación. Ofrezcamos por ellos nuestras penitencias y pidamos a Jesús, por los méritos de su Pasión, que pronto se realizará, se digne hacer un último esfuerzo de misericordia y arranque al demonio estas almas por quienes va a derramar su sangre.
ORACION
Humillad vuestras cabezas a Dios. Suplicámoste, Señor, que tu celestial propiciación aumente el pueblo a ti sujeto, y le haga siempre obediente a tus mandamientos. Por el Señor.
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