JUEVES DE PASIÓN, QUINTA SEMANA DE CUARESMA
EVANGELIO
Continuación del santo Evangelio según S. Lucas.
En aquel tiempo, uno de los fariseos rogó a Jesús que
comiera con él. Y, habiendo entrado en la casa del fariseo, se sentó a la mesa.
Y he aquí que una mujer pecadora, que había en la ciudad, cuando supo que se
había sentado a la mesa en la casa del fariseo, trajo un vaso de alabastro,
lleno de ungüento: y, poniéndose detrás, junto a sus pies, comenzó a regar con
lágrimas sus pies, y los enjugaba con los cabellos de su cabeza, los ungía con
el ungüento. Y, cuando lo vió el fariseo, que le había invitado, dijo para sí:
Si éste fuera profeta, sabría sin duda quién y qué tal es la mujer que le toca:
pues es una pecadora. Y, respondiendo Jesús, le dijo: Simón, tengo algo que
decirte. Y él dijo: Maestro di. Había dos deudores para un acreedor: uno debía
quinientos denarios, y el otro cincuenta. No teniendo ellos con qué pagar los,
perdonó a los dos. ¿Cuál, pues, le amará más? Respondiendo Simón, dijo: Creo
que aquel a quien perdonó más. Y Él le dijo: Has juzgado rectamente. Y, vuelto
hacia la mujer, dijo a Simón: ¿Ves esta mujer? Entré en tu casa, y no diste
agua a mis pies: ésta, en cambio, regó con lágrimas mis pies, y los enjugó con
sus cabellos. No me diste el ósculo: ésta, en cambio, desde que entró, no ha
cesado de besar mis pies. No ungiste con óleo mi cabeza: ésta, en cambio, ha
ungido mis pies con ungüento. Por eso te digo: Se le perdonan muchos pecados,
porque ha amado mucho. En cambio, al que se le perdona menos, menos ama. Díjole
entonces a ella: Te son perdonados tus pecados. Y comenzaron, los invitados con
Él, a decir entre sí: ¿Quién es éste, que hasta los pecados perdona? Y dijo a
la mujer: Tu fe te ha salvado: vete en paz.
MARÍA MAGDALENA.- A las sombrías ideas que sugiere el
espectáculo de la reprobación del pueblo deicida, la Iglesia se apresura a
proponer ante nuestra vista pensamientos consoladores que deben producir en
nuestras almas la historia de la pecadora del Evangelio. Este rasgo de la vida
del Salvador no se refiere al tiempo de Pasión. Pero los días en que nos
hallamos: ¿No son días de misericordia, y no nos conviene glorificar en ellos
la mansedumbre y ternura del corazón de nuestro Redentor, que se prepara, a
obtener el perdón, a número tan grande de pecadores sobre la tierra? Por otra
parte, ¿no es Magdalena la compañera inseparable de su maestro crucificado?
Pronto la contemplaremos al pie de la Cruz; estudiemos este modelo de amor,
fiel hasta la muerte; y para esto consideremos su punto de partida.
SU ARREPENTIMIENTO.- Magdalena había llevado una vida
pecadora; siete demonios, nos dice en otro lugar el Evangelio, habían fijado en
ella su domicilio. Ha bastado a esta mujer, ver y oír al Señor, enseguida se ha
apoderado de ella el horror al pecado, un santo horror inunda su corazón, no
ambiciona más que un deseo, el de reparar su vida pasada. Ha pecado en público;
necesita una retractación pública de sus extravíos, vivió en el lujo: en
adelante sus perfumes serán para su Libertador; con su cabellera, de la que se
mostraba tan orgullosa, le enjugará sus pies; en su rostro no aparecerán más
las sonrisas libres; sus ojos, seductores de almas, están anegados de lágrimas.
Por el movimiento del espíritu divino que la anima, parte para contemplar otra
vez a Jesús, Se encuentra este en casa del fariseo, celebrando un festín, va
pues ella a ser causa de sonrisas maliciosas y cuchicheos. ¿Qué importa? avanza
con su precioso vaso y en breves momentos cae ante los pies del Salvador. Allí
se sitúa, allí derrama su corazón y sus lágrimas. ¿Quién será capaz de
describir los pensamientos que embargan a aquella alma? El mismo Jesús nos los
manifestará a su tiempo con una sola palabra. Con claridad se ve al considerar
sus lloros su conmoción, en el empleo de sus perfumes y cabelleras un gran agradecimiento,
y en su predilección de su Salvador su gran humildad.
EL PERDÓN.- El fariseo se escandaliza. Por el movimiento de orgullo
judaico que pronto crucificará al Mesías, toma de aquí ocasión para dudar de la
misión de Jesús. "Si este fuera el Profeta, decía, conocería ciertamente quiénes
la mujer que le toca. "Si tuviera el espíritu de Dios sabría por esta condescendencia
hacia la creatura arrepentida que éste es el Salvador prometido. Aún con su reputación
de virtud, "¡cuán por debajo queda de esta mujer pecadora! "Jesús se toma
la molestia, de dárselo a entender, formando el paralelo de Magdalena y de Simón
el fariseo, y en este paralelo la victoria se decidió por Magdalena. ¿Cuál es la
causa, que ha trasformado así a la pecadora, de tal suerte que le merezca no sólo
el perdón sino también los elogios de Jesús? Su amor; "amó a su Redentor; le
amó mucho" y el perdón que ha recibido, está en relación con este amor. Hace
unos instantes su único amor era el mundo y la vida sensual; el arrepentimiento
ha creado en ella un nuevo ser: su única búsqueda, su única mirada, su único amor,
es Jesús. En lo sucesivo sigue sus pasos, quiere remediar sus necesidades, quiere
sobre todo verle y escucharle; y en el momento de la prueba, cuando los apóstoles
hayan huido, ella permanecerá, allí, al pie de la Cruz para recibir el último suspiro
de aquel a quien su alma debía la vida. "Qué ejemplo de esperanza para el
pecador." Lo acaba de decir Jesús: "Al que más ama, más se le perdona.
"Pecadores pensad en vuestros pecados; mas sobre todo pensad en acrecentar
vuestro amor: Que se halle en relación con la gracia del perdón que vais a
recibir, y "vuestros pecados os serán perdonados".
ORACION
Humillad vuestras cabezas a Dios. Suplicámoste, Señor, seas propicio
con tu pueblo: para que, repudiando lo que no te agrada, se llenen más de las delicias
de tus mandamientos. Por el Señor.
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