MARTES DE LA TERCERA SEMANA DE CUARESMA
EVANGELIO
Continuación del santo Evangelio según S. Mateo.
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: Si pecare contra ti tu hermano, vete y corrígele entre ti y él solo. Si te oyere, habrás ganado a tu hermano. Pero, sino te oyere, toma contigo uno o dos testigos, para que, por boca de uno o dos testigos, conste toda tu corrección. Y, si tampoco les oyere, dilo a la asamblea. Y, si tampoco oyere a la asamblea, sea para ti como un gentil y un publicano. En verdad os digo: Todo lo que atareis sobre la tierra, será atado también en el cielo: y, todo lo que desatareis sobre la tierra, será desatado también en el cielo. Os digo también que, si dos de vosotros se concertaren sobre la tierra, todo cuanto pidieren, les será otorgado por mi Padre, que está en los cielos. Porque, donde hay dos otres, congregados en mi nombre, allí esto y yo, en medio de ellos. Entonces, acercándose Pedro a El, dijo: Señor, ¿cuántas veces he de perdonar a mi hermano, cuando me ofendiere? ¿Hasta siete? Díjole Jesús: No te digo hasta siete, sino hasta setenta veces siete.
EL PERDÓN DE LAS INJURIAS.- La misericordia que el Señor quiere ver en nosotros no sólo consiste en poner la limosna corporal y espiritual en el seno del desgraciado, abarca también el perdón y olvido de las injurias. En esto precisamente es donde Dios nos espera para probarla sinceridad de nuestra conversión. "La medida que para otros usaréis, dice, se usará para vosotros". Si perdonamos de corazón a nuestros enemigos, el Padre celestial nos perdonará a nosotros generosamente. En estos días de reconciliación, procuremos ganar a nuestros hermanos; y para conseguirlo perdonémosles, aunque sea necesario hacerlo setenta veces siete. Nuestras disputas de un día en el camino de la eternidad no nos deben desanimar en la consecución del fin del viaje. Perdonemos los agravios e injurias e imitemos la conducta que Dios ha seguido con nosotros.
EL SACRAMENTO DE LA PENITENCIA.- Consideremos también estas palabras del Evangelio que son el fundamento de la esperanza y que deben oírse hasta en lo más íntimo de nuestros corazones agradecidos: "todo lo que hubiereis desatado en la tierra será desatado en el cielo" ¡Muchísimos pecadores podrán dar pruebas por experiencia de esta consolador a promesa! Confesarán sus pecados, ofrecerán a Dios su corazón contrito y humillado y en el momento en que el sacerdote les absuelva en la tierra, la mano de Dios desde el cielo les romperá los lazos que les tenían encadenados para ser precipitados a los suplicios eternos. Por fin, no olvidemos tampoco esta otra palabra que tiene ilación con la precedente: si alguno no escucha las enseñanzas de la Iglesia, consideradle como un pagano y un publicano. ¿Quién esa Iglesia de que aquí se habla? Son los hombres a quienes ha dicho Jesucristo: Quien a vosotros os escucha a mí me escucha; y quien os desprecia a mí me desprecia; los hombres por cuya boca llega la verdad, la única que puede salvar, a oídos del cristiano; hombres que son los únicos en la tierra que pueden reconciliar al pecador con Dios, cerrarle el infierno y abrirle el cielo. ¿Después de conocer todo esto acaso debemos extrañarnos que el Salvador, que los ha querido por intermediarios entre él y los hombres amenace mirar como un pagano, como un hombre sin bautismo a quien no reconozca su autoridad? Fuera de su doctrina, no hay revelada ninguna otra verdad, fuera de los sacramentos que ellos administran, no hay otra salvación, viviendo apartado de las leyes espirituales que ellos imponen, no hay esperanza en Jesucristo.
ORACION
Humillad vuestras cabezas a Dios. Defiéndenos, Señor, con tu protección: y guárdanos siempre de toda iniquidad. Por el Señor.
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