sábado, 9 de marzo de 2013

Sábado 3ra semana de Cuaresma


SÁBADO DE LA TERCERA SEMANA DE CUARESMA

EVANGELIO 

Continuación del santo Evangelio según S. Juan.
En aquel tiempo fué Jesús al Monte de los Olivos y luego, por la mañana, fué al templo, y todo el pueblo acudió a Él, y, sentándose, les enseñaba. Y los escribas y fariseos le llevaron una mujer sorprendida en adulterio; y la colocaron en medio, y le dijeron: Maestro, esta mujer acaba de ser sorprendida en adulterio. Ahora bien, Moisés nos ordenó en su Ley que apedreáramos a estas tales. Pero tú, ¿qué dices? Y esto lo decían tentándole, para poder acusarle. Mas Jesús, inclinándose hacia abajo, con el dedo escribía en la tierra. Pero como ellos continuasen preguntándole, se incorporó, y les dijo: El que de vosotros esté sin pecado, que lance contra ella la primera piedra. E, inclinándose de nuevo, escribía en la tierra. Al oírlo, salieron uno en pos de otro, comenzando por los más ancianos: y se quedó solo Jesús, y la mujer que estaba en medio. Y, levantándose Jesús, le dijo: Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Nadie te ha condenado? Dijo ella: Nadie, Señor. Y dijo Jesús: Tampoco yo te condenaré: vete, y no vuelvas a pecar más.

EL PECADO PERDONADO.- Ahora vamos a ver la salvación mediante la misericordia. El crimen de esta mujer es real; la ley la condena a muerte; sus acusadores, al exigir el castigo, están en sus justos derechos; y a pesar de eso la culpable no perecerá. Jesús la pone en libertad, y por este beneficio la impone una sola condición: que no peque más. ¡Cuán agradecida debió ser con su libertador! ¡Qué cuidado debió poner en adelante para seguir los mandatos de Aquel que no la había querido condenar y a quien debía la vida! Ya que también nosotros somos pecadores penetrémonos bien de estos sentimientos, contemplando a nuestro Redentor. ¿Acaso no fué Él quien contuvo el brazo de la divina justicia, dispuesto a herirnos? ¿No fué Él quien recibió en su mismo cuerpo los golpes? Salvados por su misericordia, unámonos a los Penitentes de la primitiva Iglesia, y durante estos días que todavía nos quedan pongamos fundamentos fuertes a nuestra nueva vida.

LOS PECADOS DE LA LENGUA.- Jesús sólo responde una palabra a los Fariseos que han venido a tentarle con el pretexto de esta mujer; pero esta palabra lacónica nosotros la debemos tener en sumo respeto y veneración, porque manifiesta la conmiseración del divino Salvador con esta pecadora que se halla avergonzada ante su presencia y tiene también una lección práctica para nosotros: quien entre vosotros esté sin pecado que arroje contra ella la primera piedra. Durante este tiempo de reparación y penitencia examinémonos de las murmuraciones de que nos hemos hecho reos para con el prójimo, estos pecados de la lengua de que tan poco caso se hace, se olvidan tan pronto, porque manan, por decirlo así, de la fuente. Si se guardara la palabra del Salvador como se debe, en lo íntimo de nuestro corazón; si antes de hablar hubiéramos visto nuestras flaquezas, ¿no es cierto que jamás hubiéramos tenido valor para atacar la conducta del prójimo, revelar sus faltas, juzgar hasta sus pensamientos e intenciones? Pongamos cuidado en adelante: Jesús conocía la vida de los acusadores de esta mujer; la nuestra la conoce hasta en sus más mínimos detalles. Pobres de nosotros si no somos indulgentes con nuestros hermanos. Consideremos finalmente la malicia de los enemigos del Salvador y la deslealtad con que le arman un lazo. Si habla en favor de la vida de esta mujer, le acusarán de que desprecia la ley de Moisés, que manda la pidarla; si responde conforme está mandado en la ley, le entregarán al pueblo como un hombre cruel y sanguinario. Jesús con su celestial prudencia, sale vencedor de sus ardides; nosotros debemos aprender de aquí qué suerte le está reservada el día en que, viéndose cogido entre sus manos, ya no opondrá a sus calumnias y ultrajes sino que guardará silencio y la paciencia de una víctima condenada a muerte.

ORACION
Oremos: Alarga, Señor, a tus fieles la diestra de tu celestial auxilio; para que te busquen de todo corazón y merezcan alcanzar lo que justamente piden.
Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

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