LUNES DE LA SEMANA DE PASIÓN QUINTA SEMANA DE CUARESMA
EVANGELIO
Continuación del santo Evangelio según S. Juan.
En aquel tiempo los príncipes y los fariseos enviaron unos ministros
para que prendiesen a Jesús. Díjoles entonces Jesús: Todavía estaré con vosotros
un poco de tiempo: y me iré al que me ha enviado. Me buscaréis, y no me hallaréis:
y, adonde yo voy, vosotros no podréis ir. Dijeron entonces los judíos entre sí:
¿Dónde se irá éste, para que no le encontremos? ¿Acaso se irá a los gentiles, dispersos
por el mundo, para predicarles? ¿Qué significa eso que ha dicho: Me buscaréis, y
no me encontraréis: y, adonde yo voy, vosotros no podréis ir? Y el último día de
la fiesta, el más solemne, se presentó Jesús, y clamaba, diciendo: El que tenga
sed, que venga a mí, y beba. Del seno del que crea en mí fluirán, como dice la Escritura,
ríos de agua viva. Dijo esto, aludiendo al Espíritu que habían de recibir los creyentes
en Él.
TEMOR DEL ENDURECIMIENTO.- Los enemigos del Salvador no sólo
han pensado lanzarle piedras; hoy quieren quitarle la libertad, y envían esbirros
para prenderle. En esta ocasión Jesús no juzga oportuna la huida; ¡pero qué terribles
palabras les dirige!: "Voy al que me envió; vosotros me buscaréis pero no me
encontraréis. "El pecador que durante mucho tiempo ha abusado de la gracia,
en castigo a su ingratitud y desprecio, tal vez no pueda encontrar a este Salvador
con quien ha querido romper. Antíoco, humillado por la mano de Dios, oró y no fué
oído. Después de la muerte y resurrección de Jesús, mientras la Iglesia extendía
sus raíces por el mundo, los judíos, que crucificaron al Justo, buscaban al Mesías
en cada uno de los impostores que se levantaban entonces en Judea, y causaron tumultos
que llevaría la ruina de Jerusalén. Cercado por todas las partes por la espada
de los romanos y por las llamas del incendio que devoraba el templo y los palacios,
clamaban al cielo, y suplicaban al Dios de sus padres que enviase, según su promesa,
al Salvador esperado; ni se les ocurrió que este libertador se había manifestado
a sus padres, aun a algunos de ellos, que le habían matado, y que los apóstoles
habían ya llevado su nombre hasta los confines de la tierra. Esperaron aún hasta
el momento en que la ciudad deicida se derrumbó sobre los que no habían inmolado
la espada del vencedor; los supervivientes fueron arrastrados a Roma para adornar
el triunfo de Tito. Si se les hubiese preguntado qué es lo que esperaban, habrían
respondido que al Mesías. Vana esperanza: el tiempo había pasado. Temamos que la
amenaza del Salvador se cumpla en muchos de los que dejarán pasar esta Pascua sin
volver a la misericordia de Dios; roguemos y pidamos que no caigan en las manos
de una justicia, cuyo arrepentimiento demasiado tardío e imperfecto no doblegará.
EL AGUA VIVA.- Pensamientos más consoladores nos sugiere el relato
del Evangelio. Almas fieles, almas penitentes, escuchad; Jesús habla para vosotras:
"si alguno tiene sed, venga a Mí y beba". Recordad la oración de la infeliz
samaritana: "Señor dame siempre de esta agua. "Esta agua es la gracia
divina; abrevaos de las aguas de las fuentes del Salvador que había anunciado el
profeta. Esta agua da la pureza al alma manchada, fortaleza al alma lánguida, amor
al que se siente tibio. Más aun, el Salvador añade: "el que cree en mí, se
convertirá él mismo en fuente de aguas vivas"; porque el Espíritu Santo vendrá
sobre él y entonces el fiel derramará sobre los demás la gracia que ha recibido
en abundancia. ¡Con qué gozo tan santo oía leer el catecúmeno estas palabras que
le prometían que su sed sería por fin apagada en la divina fuente! El Salvador ha
querido serlo todo para el hombre regenerado: luz que disipa sus tinieblas, pan
que le alimenta, viña que le da su uva, en fin agua corriente que refresca sus ardores.
ORACION
Concede, Señor, a tu pueblo
la salud del alma y del cuerpo: para que, practicando las buenas obras, merezca
ser defendido siempre con tu protección. Por el Señor.
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