miércoles, 27 de marzo de 2013

MIÉRCOLES SANTO


MIÉRCOLES SANTO

LA ÚLTIMA REUNIÓN DEL SANEDRÍN.- Hoy Se reúnen los príncipes de los sacerdotes y los ancianos en una sala del templo para deliberar por última vez sobre los medios para prender a Jesús. Se han discutido diversos planes. ¿Será prudente prenderle en estos días de Pascua, en los cuales toda la ciudad está llena de extranjeros que sólo conocen a Jesús por la ovación de que fué objeto tres días antes? ¿No hay incluso entre los habitantes de Jerusalén muchos que han aplaudido este triunfo? ¿No sería de temer su ciego entusiasmo por Jesús? No, no se puede pensar, por el momento, en esas medidas violentas; podría levantarse una sedición durante la celebración de la Pascua. Sus promotores fácilmente se habrían comprometido ante Poncio Pilato y habrían tenido que temer la furia del pueblo. Es preferible dejar pasar la fiesta y buscar otro medio de apoderarse sin ruido de la persona de Jesús. Pero estos criminales se hacían ilusión al querer retardar por su propia voluntad la muerte del justo. Ellos aplazaban el asesinato; pero los planes divinos, que desde la eternidad prepararon un sacrificio para la salvación del género humano, fijaron este sacrificio precisamente para esta fiesta de Pascua, que anunciará mañana la trompeta a toda la ciudad. Durante mucho tiempo se ha ofrecido el cordero misterioso en figura del verdadero: va a comenzar y a la Pascua que verá desaparecer las sombras ante la realidad. La sangre del Redentor, derramada por la mano de los ciegos pontífices se va a mezclar con la de las víctimas, que ya no se digna aceptar el Señor. El sacerdocio judaico no tardará en darse a sí mismo el golpe de gracia, inmolando al que ha de abrogar con su sangre la antigua alianza y sellar para siempre otra nueva.

LA TRAICIÓN.- Pero ¿cómo tomarán posesión los enemigos del Salvador de la víctima que tanto anhelan con deseos sanguinarios, sin alboroto y sin ruido? No han tenido en cuenta la traición. Uno de los discípulos de Jesús pide ser conducido a su presencia; tiene algo que proponerles; "¿Qué me dais, les dice, y yo os lo entregaré?" ¡Qué alegría para aquellos desdichados! Son doctores de la ley, y no se acuerdan del salmo CVIII, en el cual David había predicho con todo detalle esta venta abominable; ni tampoco del oráculo de Jeremías, que llega incluso a valorar el precio del rescate del Justo en treinta dineros de plata. Esta misma suma pide Judas a los enemigos de Jesús; éstos se la conceden al momento. Todo está concertado. Mañana irá Jesús a Jerusalén para celebrar la Pascua. Al caer del sol se retirará, como de costumbre a un huerto que se halla en la ladera del monte del Olivar. Pero, en la oscuridad de la noche, ¿cómo lo van a conocer los encargados de prenderle? Judas lo ha previsto todo. Los soldados podrán detener con toda confianza a quien él diere un beso. Tal es la horrible iniquidad, que se lleva a cabo entre los muros del templo de Jerusalén. Para manifestar su execración y para dar una satisfacción al Hijo de Dios, tan indignamente ultrajado por este pacto monstruoso, ya desde los primeros siglos la Iglesia ha consagrado el miércoles a la penitencia. Aun hoy día comienza la Cuaresma por miércoles, y cuando la Iglesia, en cada una de las estaciones, quiere que dediquemos cuatro días al ayuno y a la mortificación de nuestro cuerpo, uno de esos días es el miércoles.

LA VICTORIA DEL MESÍAS.- "¡Qué terrible es este libertador, que aplasta a sus enemigos bajo la planta de sus pies, como los racimos en el lagar, hasta el punto de teñirse los vestidos con su sangre! ¿Pero no es hoy el día de exaltarla fuerza de su brazo, hoy que ha sido colmado de humillaciones, que sus enemigos, le han comprado a uno de sus discípulos por el más ignominioso de los tratos? No permanecerá siempre humillado; pronto se levantará, y la tierra conocerá cuál es su poder, ante los castigos de que colmará a los que se atrevieren a pisotearle. Jerusalén se dispone a lapidar a los que van a predicar su nombre; ella sería la más cruel de las madrastras para estos verdaderos israelitas, que, dóciles a las enseñanzas de los Profetas, han reconocido en Jesús todos los signos manifestativos del Mesías. La Sinagoga intentará ahogar a la Iglesia naciente; pero apenas la Iglesia se haya vuelto hacia los gentiles, después de haber sacudido el polvo de sus pies contra Jerusalén, que le ha traicionado y crucificado, la venganza de Cristo caerá sobre esta ciudad. Con todo eso la ruina de Jerusalén no es más que la figura de la otra ruina a la que está destinado el mundo culpable, cuando el divino vengador, al cual vemos contradecir y despreciar todos los días, aparezca sobre las nubes para restablecer su honor ultrajado. Por ahora permite que le entreguen, le escupan y le maltraten; pero cuando haya llegado el tiempo de rescatar a los suyos, el día de la venganza reclamado por los deseos del justo", bienaventurados los que le hayan conocido, los que hayan compartido con Él sus humillaciones y dolores. ¡Desdichados los que no hayan visto en Él más que un simple mortal! ¡Desgraciados aquellos que no contentos con sacudir de sus propios hombros el suave yugo de Cristo, han impedido que se extendiese su reino entre los demás! Porque Cristo es Rey; ha venido a este mundo para reinar y los que no hayan querido soportar su clemencia no podrán huir de su justicia.

LOS PADECIMIENTOS DEL MESÍAS.- Una vez más oímos la voz de Isaías en esta profecía; pero esta vez no es el profeta sublime que cantaba poco ha las venganzas del Emmanuel. Cuenta los padecimientos del Hombre-Dios, "del último de los hombres, del varón de dolores, del entregado al sufrimiento". Por este pasaje con razón se puede llamar con los Santos Padres, al más elocuente de los Profetas, el quinto Evangelista. ¿No resume por anticipado el relato de la Pasión, cuando nos muestra al Hijo de Dios" semejante a un leproso, a un hombre herido por Dios y humillado a sus golpes"? Pero nosotros, a quienes la Iglesia lee estas páginas inspiradas, y que vemos juntamente el Antiguo y el Nuevo Testamento para darnos todas las señales de la Víctima universal, ¿cómo reconoceremos el amor que nos muestra Jesús cuando toma sobre sí todos los castigos que merecíamos nosotros? "Por sus heridas hemos sido curados nosotros." ¡Oh médico divino, que toma sobre sí las heridas de los que quiere curar! Pero No sólo "ha sido herido por nosotros sino que también ha sido degollado como cordero en el matadero". Pero por ventura no ha hecho más que someterse a la inflexible justicia del Padre, "que ha cargado sobre Él todas nuestras iniquidades". Oíd al Profeta: "Si ha sido inmolado, ha sido porque Él lo ha querido. "Su amor para con nosotros es igual a la sumisión del Padre. Fijaos cómo calla ante Pilatos que con una sola palabra podía arrebatarle de las manos de sus enemigos. "Está en silencio, sin abrir su boca como el cordero ante el esquilador." Adoremos este silencio al cual debemos nuestra salvación; recojamos todos los detalles de una entrega que nunca haría un hombre por otro y que no pudo ejecutarla más que el corazón de Dios. ¡Cómo nos ama a nosotros, que somos su estirpe, los hijos de su sangre, el galardón de su sacrificio! Iglesia Santa, descendiente de Cristo en la cruz, tú le eres querida; te ha comprado a gran precio y por eso se complace en ti. Almas fieles, devolvedle amor por amor; almas pecadoras, sedle fieles, sacad la vida de su sangre y acordaos que, si "todos nosotros hemos estado perdidos como ovejas sin pastor", el Señor "ha tomado sobre sí todas nuestras iniquidades". No hay pecador ni pagano, ni infiel tan culpable, que no tenga parte en esta sangre preciosa, cuya virtud infinita sería suficiente para redimir a miles de millones de mundos más pecadores que el nuestro.

ORACION
Humillad vuestras cabezas a Dios. Suplicámoste, Señor, mires a esta tu familia, por la que nuestro Señor Jesucristo no dudó en ser entregado en manos de los verdugos y en sufrir el tormento de la cruz. El, que vive y reina contigo.

OFICIO DE LAS TINIEBLAS
Hasta la última reforma, la Iglesia anticipaba a la víspera el Oficio de la noche del día siguiente, para estos tres últimos días de la Semana Santa ,con el fin de dar al pueblo cristiano mayor facilidad para tomar parte en él. Los Maitines y Laudes celebrábanse, por tanto, en las horas de la tarde. Pero habiéndose convertido estas horas para la mayor parte en horas de trabajo, la Iglesia ha creído oportuno volver a establecer que el Oficio se celebre a sus horas normales.
Así, pues, los fieles deben apresurarse a asistir a ellos en tanto en cuanto sus ocupaciones se lo permiten. En cuanto al mérito de esta piadosa asistencia, es indudable que sobrepasa al de cualquier devoción privada. El medio más seguro para llegar al corazón de Dios será siempre emplear como intermediario a la Iglesia: En cuanto a las impresiones santas que pueden ayudarnos a hondar más en los misterios, que se conmemoran en estos tres días, por lo general son más fuertes y más seguras las que se reciben en el oficio, que las que se buscan en cualquier libro humano. Alimentada por la palabra y los ritos de la Iglesia, el alma cristiana aprovechará doblemente con los ejercicios y lecturas del oficio, aunque también debe ocuparse en particular de ellas. La oración de la Iglesia será, pues, la base sobre la cual se levantará todo el edificio de la piedad cristiana, en este santo aniversario; así imitaremos a nuestros padres que, en los siglos de fe, fueron tan profundamente cristianos porque vivían de la vida de la Iglesia por la Liturgia

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