MIÉRCOLES DE LA TERCERA SEMANA DE CUARESMA
EVANGELIO
Continuación del santo Evangelio según S. Mateo.
En aquel tiempo se acercaron a Jesús unos escribas y fariseos de Jerusalén, diciendo: ¿Porqué quebrantan tus discípulos la tradición de los ancianos? Pues no lavan sus manos, cuando comen pan. Y Él, respondiendo, les dijo: ¿Y porqué quebrantáis vosotros el mandato de Dios por seguir vuestra tradición? Pues Dios ha dicho: Honra a tu padre, y a tu madre. Y :El que maldijere al padre, o a la madre, muera de muerte. Pero vosotros decís: El que dijere al padre, o a la madre: Aprovéchete todo cuanto yo ofrezca, no necesita honrar a su padre, o a su madre. Así habéis invalidado el mandato de Dios por vuestra tradición. Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías, diciendo: Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. Mas en vano me honran, enseñando doctrinas y mandamientos de hombres. Y, llamando así a las turbas, les dijo: Oíd, y entended. No mancha al hombre lo que entra por la boca: lo que sale de la boca, eso es lo que mancha al hombre. Entonces, acercándose sus discípulos, le dijeron: ¿Sabes que los fariseos, al oír esas palabras, se han escandalizado? Pero El, respondiendo, dijo: Toda planta, que no ha plantado mi Padre celestial, será arrancada de raíz. Dejadlos: son ciegos, y guías de ciegos. Pero, si un ciego guía a otro ciego, ambos caerán en el hoyo. Y, respondiendo Pedro, le dijo: Explícanos esa parábola. Y El dijo: ¿Tampoco vosotros la entendéis aún? No comprendéis que todo lo que entra por la boca, va al vientre, y es echado en el reservado? Mas, lo que procede de la boca, sale del corazón, y esto es lo que mancha al hombre: porque del corazón brotan los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias. Estas cosas son las que manchan al hombre. El comer con las manos sin lavar no mancha al hombre.
LAS PRÁCTICAS EXTERNAS.- La ley que dió Dios a Moisés prescribía un gran número de prácticas y ceremonias externas; y los fieles judíos las observaban con celo y exactitud. Jesús mismo, aunque era el supremo legislador se sometió humildemente. Pero los fariseos habían añadido tradiciones humanas y supersticiones a las leyes y mandatos divinos y hacían consistir la religión en estas invenciones propias de su orgullo. El Salvador sale en favor de los débiles y humildes a quienes estas falsas enseñanzas podían descarriar y restableció el verdadero sentido de esas prescripciones exteriores. Los fariseos se lavaban las manos gran número de veces al día creyendo que si no se habían lavado las manos, e incluso el cuerpo entero una vez al día, su comida habría sido impura, a consecuencia de las manchas que habían contraído con el trato y contacto de miles de cosas que no estaban señaladas en la ley. Jesús quiere arrancar de raíz este yugo humillante y arbitrario y reprocha a los fariseos el haber pervertido la ley de Moisés.
LO QUE MANCHA EL ALMA.- Pasa a continuación a juzgar el fondo de estas prácticas y enseña que no hay criaturas impuras por sí mismas y que la conciencia de un hombre no se mancha por el mero hecho de comer. "Lo que hace culpable al hombre, dice el Salvador, son los pensamientos y obras malas que brotan del corazón." Los herejes han pretendido encontrar en estas palabras la reprobación de las prácticas externas que impone la Iglesia y en especial condenan las abstinencias que prescribe; en esto merecen que se les aplique a ellos lo que decía Jesús de los fariseos: "Son ciegos que guían a otros ciegos." En efecto, del hecho de que los pecados que el hombre comete con respecto a las cosas materiales son tales pecados en cuanto interviene la voluntad que es espiritual, no se sigue que esta voluntad pueda usar inocentemente de las cosas materiales cuando Dios o su Iglesia, que legisla en su nombre, lo prohiben. Dios prohibió a nuestros primeros padres, bajo pena de muerte, comer del fruto de cierto árbol; comieron y se hicieron reos de culpa ¿sucedió acaso esto porque el fruto era malo en sí mismo? No; este fruto era una criatura de Dios como los demás frutos del jardín; más el corazón de nuestros primeros padres aceptó el pensamiento de desobediencia y se adhirió a él; en este caso se cometió el pecado con ocasión de un fruto. En la ley que Dios dió en el monte Sinaí prohibió a los hebreos comer carne de ciertas especies de animales. Si las comían se hacían culpables, porque habían desobedecido al Señor y no porque en sí fuesen malditas estas carnes. Los preceptos de la Iglesia referentes al ayuno y a la abstinencia son de la misma naturaleza que los que acabamos de recordar. A fin de que podamos aplicarnos y exclusivamente para nuestro interés el principio de la penitencia cristiana, la Iglesia nos prescribe la abstinencia concierta medida; si violamos su ley no serán los platos los que manchen nuestra alma, será el revelarnos contra el poder sagrado que Jesucristo nos recomendaba ayer enérgicamente, quien se atrevió a decir sin miramiento que todo aquel que no escucha a la Iglesia se le debe considerar como un pagano.
ORACION
Humillad vuestras cabezas a Dios. Suplicámoste, oh Dios omnipotente, hagas que, los que buscamos la gracia de tu protección, libres de todos los males, te sirvamos con tranquilo corazón. Por el Señor.
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