MIÉRCOLES DE LA PASIÓN, QUINTA SEMANA DE CUARESMA
EVANGELIO
Continuación del santo Evangelio según S. Juan.
En aquel tiempo se celebró en Jerusalén la fiesta de la dedicación: y era invierno. Y Jesús estaba en el templo, en el pórtico de Salomón. Y rodeáronle los judíos, y decían: ¿Hasta cuándo torturarás nuestra alma? Si eres tú el Cristo, dínoslo claramente. Respondióles Jesús: Os hablo, y no creéis. Las obras, que yo hago en nombre de mi Padre, os dan testimonio de mí: pero vosotros no creéis, porque no sois de mis ovejas. Mis ovejas oyen mi voz: y Yo las conozco, y me siguen: y yo les doy vida eterna: y no perecerán para siempre: y nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre, que me las ha dado, es mayor que todos: y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre. Yo y el Padre somos una sola cosa. Tomaron entonces piedras los judíos para lapidarle. Respondióles Jesús: Muchas buenas obras os he mostrado de mi Padre: ¿por cuál de ellas queréis apedrearme? Respondiéronle los judíos: No te apedreamos por la buena obra, sino por la blasfemia: porque tú, siendo hombre, te haces Dios a ti mismo. Respondióles Jesús: ¿No está escrito en vuestra Ley: Yo dije: dioses sois? Si llamó dioses a quienes habló Dios, y no puede ser quebrantada la Escritura: ¿a quien el Padre santificó y envió al mundo, decís vosotros: Blasfemas: porque he dicho: Soy el Hijo de Dios? Si no hago obras de mi Padre, no me creáis. Pero, si las hago, y si no queréis creerme a mí, creed a las obras, para que conozcáis y creáis que el Padre está en mí, y Yo en el Padre.
LA FE.- Después de la fiesta de los Tabernáculos, vino la de la Dedicación, y Jesús se quedó en Jerusalén. El odio de sus enemigos aumentaba continuamente y reuniéndose alrededor de él, quieren obligarle a decir que es el Mesías, para enseguida echarle en cara el usurpar una misión que no es suya. Jesús desdeña responderles, y les remite a los milagros que le han visto obrar y quedan testimonio de él. Por la fe, y solamente por ella, puede el hombre acercarse a Dios en este mundo. Dios se manifiesta por las obras divinas; el hombre que las conoce debe creer la verdad que atestigua tales obras, y así creyendo, tiene el mismo tiempo, la certeza de lo que cree y el mérito de su fe. El judío soberbio se rebela; querría dictar la ley al mismo Dios, y no quiere saber que su pretensión es tan impía como absurda,
UNIDAD DEL PADRE Y DEL HIJO.- Con todo eso, es necesario que la doctrina divina siga su curso, debe excitar el escándalo de estos espíritus perversos. Jesús no habla solamente para ellos: tiene que hacerlo también por los futuros creyentes. Entonces dijo esta gran palabra que nos revela no sólo su categoría de Cristo, sino su divinidad: "Mi Padre y Yo somos uno." Sabía que hablando así excitaría su furor; pero tenía que revelarse a la tierra y confundir de antemano a la herejía. Arrio se levantará un día contra el Hijo de Dios y dirá que solamente es la más perfecta de las criaturas: la Iglesia responderá que es uno con el Padre que le es consubstancial; y después de muchas revueltas y crímenes la secta arriana se extinguirá y caerá en olvido. Los judíos son aquí los precursores de Arrio. Han comprendido que Jesús se ha declarado Hijo de Dios, y quieren apedrearle. Por una última condescendencia Jesús quiere prepararles para gustar esta verdad, indicándoles por sus escrituras, que el hombre puede algunas veces recibir en su sentido restringido, el nombre de Dios, por razón de las funciones divinas que ejerce; después les recuerda los prodigios que tan altamente testimonia la asistencia que le ha dado su Padre; y repite con nueva firmeza que "el Padre está en Él y Él en el Padre. Nada puede convencer a estos corazones obstinados; el castigo del pecado que han cometido contra el Espíritu Santo pesa sobre ellos.
DOCILIDAD.- ¿Que diferente es la suerte de las ovejas del Salvador? "Escuchan su voz, le siguen; les da la vida eterna, y nadie les arrebatará de sus manos. "¡Dichosas ovejas! Creen porque aman; por el corazón se abre paso la verdad, así como por el orgullo del espíritu penetran las tinieblas en alma del incrédulo y se establecen para siempre. El incrédulo ama las tinieblas; las llama luz y blasfema sin sentirlo. El judío llega hasta crucificar al Hijo de Dios para rendir homenaje a Dios.
ORACIÓN
Atiende a nuestras súplicas, oh Dios omnipotente: y, a los que les concedes la gracia de confiar en tu piedad, dales benigno el efecto de tu acostumbrada misericordia. Por el Señor.
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