miércoles, 12 de mayo de 2010

Ejemplo VI de la intercesión de la Santísima Madre de Dios

Es célebre la historia de santa María Egipciaca que se lee en el libro Primero de las Vidas de los Padres. A la edad de doce años huyó de la casa de sus padres y marchó a Alejandría donde llevando vida desarreglada se convirtió en el escándalo de esa ciudad. Tras dieciséis años de pecado, se fue vagando a Jerusalén, donde se celebraba entonces la fiesta de la santa Cruz. Se sintió movida a entrar en el templo más por curiosidad que por devoción. Pero cuando iba a cruzar la puerta, sintió que una fuerza invisible la hacía retroceder. Intentó cruzar por segunda vez, y volvió a sentirse repelida; así sucedió por tercera y cuarta vez. Se postró entonces la pobre a un lado del atrio, y allí iluminada conoció que, a causa de su mala vida. Dios la rechazaba incluso de la iglesia. Para ventura suya, alzó los ojos y vio una imagen de María, pintada en el atrio. Volviose a ella y llorando le dijo:



¡Oh Madre de Dios!, ten piedad de esta pobre pecadora. Veo que a causa de mis pecados no merezco que me mires. Pero tú eres el refugio de los pecadores; ayúdame por amor a Jesús, tu Hijo querido; permíteme entrar en la iglesia, pues quiero cambiar de vida e irme a hacer penitencia donde me ordenes.

Oyó entonces una voz interior, como si la Virgen le respondiera:
¡Vamos! ya que has acudido a mí y quieres cambiar de vida, entra en la iglesia que ya no está cerrada la puerta para ti.

Entro la pecadora, adoró la santa Cruz y lloró. Y regresó a la imagen de Nuestra Señora y le dijo:
Señora estoy dispuesta; ¿a dónde quieres que me aparte para hacer penitencia?

La Virgen le respondió:
Vete, cruza el Jordán y encontrarás el lugar para retirarte.

Se confesó, comulgó, pasó el río, llegó al desierto y comprendió que ése era el lugar para su penitencia.



Ahora bien, durante los primeros diecisiete años que estuvo en el desierto, ¿cuánto no le hicieron los demonios para hacerla caer? ¿Qué hacía ella entonces? Nada distinto de encomendarse a María; quien le alcanzó la fuerza de resistir durante aquellos diecisiete años después de los cuales cesaron sus batallas. Por último después de cincuenta y siete años en aquel desierto, a la edad de ochenta y siete años, por disposición de la Providencia, la encontró el santo abad Zósimo. Le contó ella toda su vida y le pidió que volviera al año siguiente y le llevara la sagrada comunión. Regresó el santo y le encontró muerta, el cuerpo inundado de luz, y a la cabecera escritas estas palabras: Sepulta en este lugar el cuerpo de esta miserable pecadora y ora a Dios por mí. La sepultó en la tumba abierta por un león. Y de regreso al monasterio, contó las maravillas de la divina misericordia para con aquella venturosa pecadora.

Fuente:
Libro: Las Glorias de María
Autor: San Alfonso María de Ligorio

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