¡Oh Madre compasiva, Virgen sacrosanta!
a tus pies se postra el traidor,
que pagando con ingratitud
las gracias recibidas de Dios por medio tuyo,
te ha traicionado a ti y a Dios.
Pero, Señora, bien conoces mi miseria;
ésta no me quita,
más bien me acrecienta mi confianza en ti,
Porque veo que mi miseria
hace crecer en ti la compasión.
Haz conocer, oh María, que eres para mí
lo que para cuantos te invocan:
llena de liberalidad y de misericordia.
Con que me guíes y tengas compasión de mí,
me es suficiente.
Si de mí se compadece tu corazón,
no podrás dejar de protegerme.
Y si me proteges tú ¿a quién temeré?
No, no le temo a nada;
no a mis pecados,
porque tú puedes reparar el daño hecho;
no a los demonios,
porque eres más poderosa que el infierno;
no a tu Hijo enojado contra mí con justa causa,
porque a El a una palabra tuya se aplacará.
Temo sólo que por culpa mía,
deje de encomendarme a ti en las tentaciones,
y llegué a perderme.
Pero hoy te prometo
que quiero siempre acudir a ti;
ayúdame a cumplirlo.
Mira que ocasión tan bella
para realizar tus anhelos
de ayudar a un miserable como yo.
¡Oh Madre de Dios!
tengo en ti gran confianza.
Espero de ti alcanzar la gracia
de llorar como debo mis pecados;
de ti espero también la fortaleza
para no caer más.
Si estoy enfermo, puedes santificarme,
medica celestial.
Si mis culpas me han debilitado,
tu ayuda, María, me hará fuerte.
De ti lo espero todo,
porque todo lo puedes ante Dios.
Amén
Fuente:
Libro: Las Glorias de María
Autor: San Alfonso María de Ligorio
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