domingo, 23 de mayo de 2010

Oración a la Santísima Virgen XII



Mira a tu pies, María esperanza mía,
mira a un pobre pecador,
tantas veces por culpa mía esclavo del infierno.
Confeso que me he dejado vencer de los demonios,
por no acudir a ti, refugio mío.
Si siempre hubiera acudido a ti,
y te hubiera invocado,
no habría sucumbido jamás.
Espero, Señora mía, amabilísima,
que por tu intercesión me haya escapado ya
de las garras del demonio
y que Dios me haya perdonado.
Pero temo que, en el futuro
vuelva a caer en sus cadenas.
Sé que mis enemigos no han perdido la esperanza
de volver a vencerme y preparan
nuevos asaltos y nuevas tentaciones.
Reina mía, refugio mío, ayúdame.
Escóndeme bajo tu manto;
no permitas que vuelva a ser esclavo suyo.
Sé que me ayudarás y me darás la victoria,
con tal que te invoque.



Pero temo que en las tentaciones,
me olvide de ti y de invocarte.
Yo te pido la gracia de invocarte.
Virgen Santísima, que siempre me acuerde de ti
y, en especial, en las batallas;
concédeme que no deje de invocarte
diciendo con frecuencia:
¡Oh María, ayúdame, ayúdame, oh María!
Y cuando, por fin, llegue
mi combate final con el infierno,
y esté para morir, oh Reina mía,
asísteme aún más, pídeme que te invoque
aún con mayor frecuencia,
ya con la boca, ya con el corazón;
de suerte que, al expirar
con tu nombre dulcísimo
y el de tu Hijo en los labios,
pueda pasar a alabarte y bendecirte,
para no alejarme nunca más de tus pies,
por toda la eternidad en el paraíso.

Amén

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